Para Atrás Ni Para Tomar Impulso

“Para atrás, ni para tomar impulso”. Esta es la frase que usan muchas personas para decir que “no desean retroceder” después de haber tomado alguna decisión.
Aunque muchas veces lo mejor es no mirar atrás, en otras ocasiones sí lo es. Lo que si debemos tener en cuenta es que no hay ningún corredor que se acerque a la meta mirando hacia atrás y corriendo hacia delante. Lastimosamente, muchas personas viven de esa manera. Quieren avanzar pero el estar mirando hacia atrás les impide moverse hacia delante.

Creo que la diferencia está un una simple acción. Al iniciar la carrera, muchos corredores miran hacia atrás, ponen un pie hacia atrás y otro adelante para balancearse y tomar impulso al emprender la carrera. De la misma manera, al tomar nuestras decisiones, debemos cautelosamente hacer lo mismo. Sin embargo, una vez y ya estamos corriendo la carrera, es necesario concentrarnos en el paso a paso y fijar nuestros ojos en la meta. En la vida cristiana, nuestra meta es Cristo. Él puede limpiar nuestro pasado, sostener nuestro presente y ayudarnos a llegar hasta el final. De modo que si estas en la carrera de la vida cristiana, “para atrás ni para tomar impulso”, y si no has comenzado, toma impulso y lánzate a correr con Jesús. La Biblia dice, “…y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hebreos 12:1b-2a, NTV).

Amar a Morir

“Amar a morir” es la lección de la famosa película “The Notebook” conocida como “Diario de una Pasión” en América latina. En esta historia, el autor Nicolas Sparks muestra la trama de una pareja que lee en un diario la historia de su larga e interesante relación de amor para que ella pueda recordar que él la ama al encarar la avanzada enfermedad de Alzheimer en su vejez. La película se estrenó en el año 2004 y colmó las taquillas sobrepasando lo esperado. ¿Por qué? Simplemente porque muestra el tipo de amor que “ama a morir”. Un amor puro, real y hasta el final.

Aunque esta historia relata el amor romántico y real de una pareja, también muestra que el amor es “sacrificio y entrega”. Amar es una decisión que produce hermosos sentimientos. Amar es una acción y no solo una emoción. La Biblia nos habla de un amor muy grande y es el amor de Dios. Ese tipo de amor es inagotable, incondicional e inquebrantable. Esta historia de amor está escrita en un libro llamado la Biblia la cual es una carta de amor de Dios para rescatar a una humanidad perdida. El amor de Dios fue realmente un “amor a morir”. Él envió a Su Hijo Cristo a morir por cada uno de nosotros para que podamos experimentar Su amor. Así que, estás listo(a) para recibir Su amor. La Biblia dice, “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo aquel que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16, NTV).

Carrera

Me gusta mirar algunas de las carreras de 200 metros planos en los juegos olímpicos. Aunque este tipo de carrera es una prueba de velocidad del atletismo actual, lo que más me impresiona es saber la carrera que se ha corrido antes de la carrera en los juegos olímpicos. Al escuchar las historias de muchos de estos atletas, quedo impresionado de todo lo que han tenido que sobrepasar para llegar a los juegos olímpicos.

Al igual que ellos nosotros estamos en una carrera. Tenemos que sobrepasar obstáculos de enfermedades, entrenamientos dolorosos y esforzarnos grandemente para poder llegar a la meta. Los atletas que corren en los 200 metros planos, usualmente han corrido miles de metros antes de su participación. Se han caído, lastimado, desanimado, enfermado, frustrado y han querido tirar la toalla. Sin embargo, su pasión por participar en la carrera los hace levantar una y otra vez.

Y tú, ¿cómo te encuentras hoy? Quieras o no, te des cuenta o no, estás corriendo la carrera de tu vida. Dios puede ser tu entrenador, tu sustentador y quien te puede llevar a la meta. La Biblia dice, “Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante.” (Hebreos 12:1, NTV).

¿Por qué a mí?

¿Por qué a mí? Es la pregunta que solemos hacernos constantemente. ¿Por qué me pasó esto?, ¿Por qué perdí esto o aquello?, ¿por qué todo parece confabularse en contra mía? Esta fue la sensación del salmista y rey David muchas veces. ¿Te has sentido de esa manera? Aunque es natural que nos hagamos esta pregunta, debemos entender que preguntarnos acerca del por qué es natural para el ser humano. La pregunta o frase por qué a mí no debemos verla en una mala connotación. Al contrario, qué bueno que podemos hacernos esa pregunta. El cuestionarnos acerca del por qué nos ayuda a pensar en las causas, razones y propósitos de nuestras acciones. Nos conduce no solo al origen sino que nos transporta a su propósito.

Dios es experto en transformar aún lo que parece ser malo en cosas que nos servirán para crecer en nuestro diario vivir. De modo que detrás de la pregunta por qué siempre hay un para qué. En palabras simples, cada vez que pensamos en la palabra “por” debemos pensar en la palabra “para”. Dios siempre convierte los porqués en paraqués. Así que cuando te hagas la pregunta, por qué a mí, debes hacerte la pregunta, para qué a mí. Dios te la responderá. La Biblia dice, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”, (Romanos 8:28a, RV 1960).

Un “sí” es muy significativo. El sí en una relación, el sí en un trabajo, el sí en un acuerdo, el sí en una tregua de guerra, el sí a un compromiso. En fin, el “sí” es muy importante. Sin embargo, lo que algunos olvidan es que automáticamente al recibir o pronunciar un “sí” también se recibe y comunica un “no”. Es decir, cuando decimos sí a algo, también decimos “no” a algo.

El problema que tenemos diariamente es que decimos sí a muchas cosas e ignoramos que al mismo tiempo tendremos que decir “no” a otras. Los psicólogos y psiquiatras de hoy en día dicen que el estrés es producido por la tendencia actual de comprometernos de más. “El sobre-comprometerse” es nocivo para la salud física, emocional y espiritual.

Así que de ahora en adelante, antes de decir “sí”, has lo siguiente: evalúa tus compromisos actuales y futuros, determina si el decir “sí” va de acuerdo con tus dones, talentos y recursos, examina a lo que dirás “no” para poder decir “sí” y sobre todo, pídele sabiduría a Dios.
La Biblia dice, “pero sea vuestro hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”, (Mateo 5:37, RV 1960).

El baile del gusanito (Auto conmiseración)

“Nadie me quiere, todos me odian, mejor me como un gusanito, le corto la cabeza, le saco lo de adentro, y umm, qué rico gusanito”. Hay personas que aunque no se sepan esta canción, “el baile del gusanito”, la cantan y la viven con su accionar. Viven una vida de auto-conmiseración. Estas personas tienen una visión muy empañada de la vida. Ven que todos alrededor tienen algo en contra de ellos, que ellos no le hacen mal a nadie y que ninguno valora su trabajo y esfuerzo.

Viven al pie de la letra la canción del gusanito. Se auto lamentan, se auto laceran, se auto evalúan y se auto aniquilan aunque siguen vivos. Viven en una realidad distorsionada de la cual les es difícil salir. La auto-conmiseración se convierte en un obstáculo para todo avance personal debido a la reclamación exagerada de atención y simpatía. Quien se auto conmisera tiene una visión limitada ya que padece de una miopía vertical donde solo ve su propia vida sin observar horizontalmente lo que pasa con otros quienes también sufren o tienen conflictos a su alrededor.

Así que en la medida que dejes de lamentarte y centrarte solo en ti mismo, podrás darte cuenta que te relacionarás con los demás de manera más saludable y saldrás de la auto conmiseración. Debes decir, “basta” y mirar a tu alrededor. La Biblia dice, “No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás”, (Filipenses 2:4, NTV).

Derrota

Qué difícil es vivir una derrota. Desde el equipo deportivo que se prepara tanto para un partido y termina perdiendo, como aquella persona que ha invertido en una relación y termina experimentando la derrota. Este sentimiento repercute en todo nuestro ser. Una persona derrotada es una persona agobiada, abatida y hasta camina con la frente abajo.

¿Cuántos no pasamos por derrotas diarias? Sin embargo, la derrota también tiene un antídoto que funciona como una antesala hacia la victoria. Después de cada derrota se avecina una gran victoria. Entonces, ¿qué debemos hacer con las derrotas? Creo que debemos encarar la derrota cuando ésta se presente, aprender las lecciones que ella nos enseñe y prepararnos para la victoria.

No dejes que las derrotas del pasado o del hoy dicten o definan tu futuro. Las derrotas son parte esencial de la universidad de la vida. ¿Cómo podrías celebrar sino has sido derrotado? Usa las derrotas como preparación y no como pérdidas. Te darás cuenta que no solo cambiarás tu perspectiva sino que experimentarás más victorias. La Biblia dice, “Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó”, (Romanos 8:37, NTV).

Todos Quieren Ganar

Desde que estamos pequeños nos gusta ganar. Nos fascina ganar en los juegos, estar en el equipo ganador y experimentar el sentimiento de triunfo. Mi hijo me lo recuerda constantemente cuando una vez me dijo, “es que todos queremos ganar papá”. La verdad es esa. Todos, lo digamos o no, queremos ganar.

Dios nos diseñó con la capacidad de crear, diversificar para poder ganar. Queremos ganar en los deportes, en las relaciones personales, en los conflictos, en los negocios. Queremos ganar posición, fama y muchas veces reconocimiento y reputación. Es más, lo que más quiere ganar la gente es dinero. Pero, la realidad es que aunque siempre se quiera ganar, muchas veces se pierde. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a ganar lo que Él desea que ganemos. El adquirir una cosa, relación o dinero, generalmente requiere de trabajo y esfuerzo diligente.

Nada que valga la pena ganar vendrá fácilmente. Así que si quieres ganar constantemente, déjame decirte que tienes que trabajar en tu vida personal, relacional, laboral, emocional y espiritual. La Biblia dice, “los malvados se enriquecen temporalmente, pero la recompensa de los justos permanecerá”, (Proverbios 11:18, NTV).

Memorias

En el vagón de los recuerdos tenemos lo que llamamos “memorias”. A través de las memorias podemos hacer un viaje al pasado y recordar las personas, eventos y situaciones más gratificantes de nuestra vida. Este viaje también nos puede remontar a los momentos más críticos, desafiantes y agobiantes de nuestro existir.

Las memorias tienen un potencial muy grande en el ser humano. Hay personas que viven en el vagón de los recuerdos donde albergan una cantidad de cosas innecesarias que no les dejan viajar con libertad en el presente ni proyectarse hacia el futuro. Son vagones llenos de palabras, abusos, lugares, situaciones y errores que pesan tanto actualmente llegando muchas veces a la conclusión que no podrán seguir así. Las memorias son tan poderosas que Dios mismo en una y otra vez le pidió a sus hijos en el Antiguo Testamento que recordara las maravillas que Él había hecho con ellos. Los grandes hombres de Dios también apelan a la memoria de Él y a Sus promesas para interceder a favor de Su pueblo a través de la historia.

Esto nos muestra lo importante que es aprender de nuestras memorias para crear memorias lindas y perdurables. Entrégale a Dios tus memorias. Él sabe qué hacer con cada una de ellas. La Biblia dice, “porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y tierra nueva; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17, RV1960)

Remordimiento

¿Cómo lo lamento? ¿Por qué dije eso? ¿Por qué actué de esa manera? ¿Cómo pude evitarlo? ¿Por qué me pasó a mí? Son algunas de las muchas preguntas que se producen cuando nos lamentamos por algo que hemos hecho o dejado de hacer. Es decir, cuando tenemos remordimiento. El remordimiento es un sentimiento que experimentamos como seres humanos cuando creemos que no hemos actuado de manera correcta.

El remordimiento es conocido también como una sensación de culpa que persiste después de una acción propia que catalogamos como dañina o negativa. ¿Te ha pasado? Claro que sí. Todos nosotros nos hemos lamentado y sentido culpa por nuestras acciones. Pero, ¿qué podemos hacer? Primero, aceptar el error. Segundo, resarcir la situación si aún se puede. Tercero, pedir perdón y perdonarse a si mismo. Cuarto, pedirle a Dios que nos sane de los sentimientos de culpabilidad, y, finalmente, aprender de la situación para no volverlo a hacer.

Si has pedido perdón a Dios, ¿para qué sigues albergando remordimiento en tu vida? Por favor, “ya no te remuerdas más”. La Biblia dice, “Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado salvación. No hay que lamentarse por esa clase de tristeza; pero la tristeza del mundo, a la cual le falta arrepentimiento, resulta en muerte espiritual” (2 Corintios 7:10, NTV)