Dignificar

“Dios no buscó personas dignas de seguirlo, Él dignificó a los que lo siguieron”. Me fascina esa frase porque ¿cuántas veces no te has sentido indigno? Se dice que “La dignidad personal es el reconocimiento de que somos merecedores de lo mejor”, sin embargo, como seres humanos nos quedamos cortos en merecer lo mejor. Llegamos a la conclusión de que no somos dignos por nuestro mal comportamiento o proceder y nos retraemos, desanimamos y frustramos. Se ha dicho que el amor tiene un límite y se llama “dignidad”. Sin embargo, el amor de Dios no tiene límite alguno. Él nos ha amado con un amor eterno, inagotable e inmensurable. Él nos ha hecho dignos cuando éramos indignos. 

Jesús dignificó al leproso limpiándolo de su condición y reintegrándolo a la sociedad. Él dignificó a la viuda abandonada, levantó al paralítico dándole una nueva oportunidad, limpió a la mujer del flujo de sangre quien lo había intentado todo, perdonó a Zaqueo quien robaba impuestos, libertó al endemoniado que nadie quería, sanó al ciego de nacimiento, habló con la Samaritana y no lanzó piedra alguna sobre la adultera. 

Él dignificó a Sus discípulos al darles un nuevo propósito y una nueva misión. Él también te puede dignificar a ti. La pregunta es ¿le sigues? La Biblia dice en el Salmo 23:6, “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre”, (NTV).

Éxito

“Si tu éxito solamente mejora tu vida y no la vida de quienes te rodean, entonces has obtenido un rotundo fracaso”. El éxito a los ojos de Dios se presenta diferente que a los ojos del mundo. Él éxito no es una fórmula secreta, sino el reconocimiento de los errores, el resultado de la preparación, el producto del trabajo duro y de la perseverancia. 

Alguien dijo: “Si quieres llegar donde la mayoría no llega, necesitas hacer lo que la mayoría no hace”. El éxito nace cuando mueren la excusas. El verdadero éxito en la fe es depender de Dios, caminar con otros y hacer que otros brillen donde pensaron que nunca brillarían. Para esto, la disciplina se convierte en el puente entre las metas y los logros y la fe se convierte en la fuerza que ve lo que no es como si fuese. De esta manera, el éxito no se mide por lo que logras, sino por los obstáculos que superas, porque el fracaso derrota a los perdedores, pero inspira a los ganadores. 

El éxito en el caminar de la fe se basa en la premisa de amar a Dios y amar a los demás. La Biblia dice en Marcos 12:30-31 , “30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. 31 El segundo es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ningún otro mandamiento es más importante que estos”, (NTV).

Sacrificios No Valorados

“Los sacrificios que otros no valoran, Dios sí los valora”. ¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Sin sacrificio, no hay victoria porque cada sacrificio es un acto de honor. Alguien dijo: “No se puede conseguir el paraíso sin sacrificios”. Este fue el ejemplo del Señor Jesús cuando al estar en la cruz, le dijo al malhechor: “Si crees, estarás conmigo en el paraíso”. Ya antes había dicho que al que cree todo le es posible.

Jesús más que nadie conoce y valora todos tus sacrificios, aun aquellos que el mundo no valora. Él valora todo tu esfuerzo, porque lo bueno llega a través de tu esfuerzo. La razón por la que las personas fracasan realmente no es porque pusieron sus metas muy altas, sino porque las pusieron muy bajas y no quisieron pasar por ningún sacrificio. El Señor Jesús no puso estándares bajos, Él dio el todo de sí ¿lo hacemos nosotros? 

No te desanimes, sigue adelante porque tu bendición viene de Dios. Esfuérzate todos los días al depositar todas tus cargas en Cristo Jesús. Aprende de Su ejemplo que nos enseña que si uno no lo ha dado todo, entonces, no ha dado nada. La Biblia dice en Tito 2:14, “Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien” (NTV).

Cumplirá

Cuenta la historia que Guillermo, príncipe de Orange, entregó un documento asegurando a cierto caballero honorable un alto empleo en su reino con tal que quisiera apoyar su causa política. El caballero regido por sus convicciones rehusó el aceptarlo diciendo: “Basta la palabra de su majestad. No quisiera servir a un rey en cuya simple palabra no pudiera confiar”.

Esta debería ser justamente nuestra actitud hacia Dios y hacia Su Palabra. Sin embargo, muchas veces queremos pruebas tangibles de que el Señor cumplirá Sus promesas. Si Dios ha prometido algo, Él lo hará. No necesitamos andar cuestionando Su voluntad ni Su tiempo. Nosotros nada más debemos confiar en Él. 

Nuestra impaciencia en ocasiones nos lleva a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros, que no nos escucha o que no cumple Su Palabra. No obstante, Sus tiempos son perfectos y no necesariamente coinciden con nuestros tiempos o con nuestros planes. Constantemente no entendemos cómo Dios obra ni porqué permite las cosas de una manera u otra, pero Su sabiduría es superior a la nuestra y Su amor es incalculable. Así que ¿quiénes somos para cuestionar Su Palabra? Podemos estar seguros de que “Él siempre cumplirá”.

La Biblia dice en Números 23:19, “Dios no es un hombre, por lo tanto, no miente. Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar?¿Alguna vez prometió sin cumplir?”, (NTV).

El Resentimiento

Me encanta la siguiente frase: “Vengarte de personas que te hirieron en el pasado, no mejorará en absoluto tu futuro”. Uno de los ejemplos más hermosos de un espíritu perdonador se encuentra en el libro de Génesis en la historia de José, quien tuvo una actitud de perdón que es poco común y difícil de imaginar para muchos de nosotros. A pesar de los maltratos recibidos, José no guardó resentimiento alguno. Al contrario, decidió usar todo esto como parte del trato de Dios para su vida. 

Si nos negamos a perdonar, sufriremos consecuencias dolorosas. Por ejemplo, tendremos dificultades para lidiar con el mal que nos han hecho cuando en vez de entregarlo a Dios, revivimos una y otra vez el agravio y el dolor. El resentimiento echará raíces en nuestro corazón y mente, permitiendo que la amargura crezca. La negatividad comenzará a afectar otras áreas de nuestra vida tales como nuestras relaciones, nuestras emociones, las actitudes e incluso la salud física. De la misma manera, los sentimientos de desasosiego nos privarán del gozo y del contentamiento. Además, una acumulación de malos sentimientos comenzará a dañar nuestra salud emocional lo que a su vez inhibirá nuestra capacidad de amar y de ser amado. 

Finalmente, la desdicha echará raíces y acabará con nuestra salud emocional y hasta espiritual. Así que: “di no al resentimiento”. La Biblia dice en Efesios 4:31, “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia” (NVI).

Sin Aliento

¿Te has quedado sin aliento o sin respiración? Muchos nos hemos quedado sin aliento después de haber corrido rápidamente o de haber escalado por algunos momentos. Algunos quedan sin aliento al solo dar unos pocos pasos ya que su condición física es muy decadente. El quedar sin aliento físicamente por esfuerzos muy mínimos es muestra de una salud integral pobre y que va desmejorando. En algunas ocasiones, es un indicativo de problemas de índole cardiaco y de sobrepeso.

Si nos quedamos sin aliento físicamente, lo más seguro es que también nos pase espiritualmente. Muchas veces la falta de aliento espiritual proviene de una salud espiritual muy podre. En algunos casos, nuestra falta de condición espiritual se debe al no practicar las disciplinas espirituales de la oración, la lectura de la Palabra de Dios, la meditación, el ayuno, la reflexión, la solitud, entre otros.

Aunque a diario vivamos en un mundo que nos tiende a quitar el aliento, debemos mejorar nuestra condición espiritual. Te invito a que entres al gimnasio espiritual. Desarrolla algunas disciplinas diarias, progresivas y constantes. Te aseguro que estarás más fuerte y preparado para no perder tu aliento en las circunstancias de la vida. La Biblia dice en Job 33:4, “El Espíritu de Dios me ha creado, y el aliento del Todopoderoso me da vida” (NTV).

Rechazo A Lo Mejor

“Muchas veces rechazamos lo mejor por mantener lo bueno”. Esto es parte de nuestra naturaleza humana que tiende a rechazar aquello que es mejor. Esto comenzó en el huerto del Edén, cuando Satanás tentó a Eva para que se rebelara en contra de Dios y ejerciera su derecho de determinar su propio camino. Desde entonces, hemos estado siguiendo nuestros deseos basados en nuestro propio interés.

Tal razonamiento egocéntrico se basa en tres conceptos erróneos. Primero, no entendemos quién es Dios. Él es el divino creador del universo y el gobernante soberano de todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Él nos redimió del pecado con la sangre preciosa de Su Hijo. En otras palabras, nos compró de la esclavitud del pecado. De esa manera, nos convertimos en Sus siervos, que le servimos por amor y gratitud. En segundo lugar, no entendemos porqué estamos aquí. Fuimos creados para adorar y servir a Dios. Este es nuestro destino y la manera como lo glorificamos. Tercero, no entendemos el gran propósito de Dios en el mundo. Él está edificando Su reino y nosotros hemos sido comisionados para participar en este proceso, ministrándonos unos a otros y proclamando el evangelio tanto cerca como lejos.

El no servirle a Dios es rechazar una vida gratificante y de bendición. Perderemos más si seguimos nuestro camino egoísta y sin propósito. La Biblia dice en el Salmo 37:23, “El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir” (NVI).

El Agua De Vida

Escuché un dicho que me llamó la atención: “Miles han vivido sin amor, pero ni uno solo sin agua”. El agua es esencial para poder vivir. Es la fuerza motriz de toda la naturaleza. Sin ella no se puede vivir. ¿Has tenido sed queriendo tan solo un poco de agua? ¿Has estado alguna vez deshidratado añorando beber por lo menos unos tragos de agua? Yo lo he experimentado en zonas selváticas y desérticas. No es nada placentero.

La Biblia menciona que Jesús es “el agua de vida”. En una ocasión, Él se acercó a un pozo para tomar un poco de agua. La mujer con la que habló era una samaritana quien por cultura no debía cruzar palabra alguna con los judíos. Jesús le pidió agua de beber y le comentó con pocas palabras todo lo que estaba pasando en su vida. Al traerle el agua, Jesús le dice que Él ofrecía un agua del cual nunca más tendría sed.

La mujer fue transformada por ese encuentro con Jesús. Ella fue y compartió de esta “agua de vida” con aquellos que tenían mucha sed. Y tú ¿has tomado de esta agua de vida o deseas tomar y beber para ya no tener sed? La Biblia dice en Juan 4:14, “pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna” (NTV).

Sedientos

¿Has estado en momentos donde tienes mucha sed? Usualmente, son esos momentos donde el calor y la humedad se unen para producir una sed impresionante e indescriptible. Una persona sedienta es aquella que tiene mucha necesidad de hidratación. En repetidas ocasiones, dicha sed se sacia solo al tomar agua, pero otras ocasiones, parece ser insaciable. Como dice una frase: “Mientras el sediento busca agua, el agua también está buscando al sediento”. Esta sería la descripción de la sed física, pero, ¿qué de la sed emocional y espiritual?

Hay personas que están sedientas de amor, compañía, paz, fuerzas, fe, esperanza, etc. Hay personas que tratan de saciar su sed emocional con hábitos nocivos como con vicios o con relaciones que suelen ser tóxicas. Su sed también puede llevarlos a la codicia, a la avaricia y a la envidia. Lo más impresionante es que la sed emocional no se sacia fácilmente. Hay personas que parecen tenerlo todo, pero actúan como si no lo tuvieran. Sus ansias y sed por más, los hace actuar de maneras muy inusuales e irracionales. 

La Palabra de Dios se refiere una y otra vez a un tipo de sed y esta es la sed espiritual. Aunque puedas saciar tu sed física y emocional, si no has saciado tu sed espiritual, deambularás tratando una y otra cosa hasta encontrar el agua de vida en Jesús. La Biblia dice en Juan 7:37b-38, “—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! 38 De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva” (NTV).

Remordimiento

¿Cómo lo lamento? ¿Por qué dije eso? ¿Por qué actué de esa manera? ¿Cómo pude evitarlo? ¿Por qué me pasó a mí? Son algunas de las muchas preguntas que se producen cuando nos lamentamos por algo que hemos hecho o dejado de hacer. Es decir, cuando tenemos remordimiento. El remordimiento es un sentimiento que experimentamos como seres humanos cuando creemos que no hemos actuado de manera correcta.

El remordimiento es conocido también como una sensación de culpa que persiste después de una acción propia que catalogamos como dañina o negativa. ¿Te ha pasado? Claro que sí. Todos nosotros nos hemos lamentado y sentido culpa por nuestras acciones. Pero, ¿qué podemos hacer? Primero, aceptar el error. Segundo, resarcir la situación si aún se puede. Tercero, pedir perdón y perdonarse a si mismo. Cuarto, pedirle a Dios que nos sane de los sentimientos de culpabilidad, y, finalmente, aprender de la situación para no volverlo a hacer.

Si has pedido perdón a Dios, ¿para qué sigues albergando remordimiento en tu vida? Por favor, “ya no te remuerdas más”. La Biblia dice, “Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado salvación. No hay que lamentarse por esa clase de tristeza; pero la tristeza del mundo, a la cual le falta arrepentimiento, resulta en muerte espiritual” (2 Corintios 7:10, NTV)