Toma De Decisiones

Uno de los distintivos que hace que el ser humano sea la creación máxima se llama, “libre albedrío”. El ser humano tiene la capacidad de tomar decisiones. Esto lo distingue de toda la creación. El raciocinio es un regalo de Dios para cada uno de nosotros. No hemos sido creados como robots o como máquinas que solo ejecutan una acción. Se nos ha dado la capacidad de tomar decisiones, estas pueden ser buenas y malas.

La diferencia más notoria entre una persona exitosa y una que no lo es radica en la manera como usa su libre albedrío. Las personas que toman buenas decisiones usualmente han aprendido de las malas decisiones que han tomado. Sin embargo, ellos han desarrollado principios que les permiten ejercer bien su dominio propio. Por ejemplo, para tomar buenas decisiones se necesita: evaluar bien los “pros” y los “contras”, pedir el consejo de personas que sepan o tengan experiencia en la decisión que se ha de tomar, aprender de los errores del pasado si es una decisión recurrente, sopesar los efectos físicos y relacionales al tomar dicha decisión, tomar un tiempo prudente antes de tomar una decisión y por sobre todo consultar con Dios para ver si es Su voluntad.

He aquí otro consejo que se viola constantemente al tomar una decisión: “No tomes decisiones cuando estés enojado y no hagas promesas cuando estés feliz”. Pidámosle sabiduría a Dios antes de tomar cualquier decisión. Él desea que tomemos buenas decisiones. La Biblia dice en Eclesiastés 5:2, “No te apresures, ni con la boca ni con la mente, a proferir ante Dios palabra alguna; Él está en el cielo y tú estás en la tierra. Mide, pues, tus palabras”, (NIV).

Haciendo lo posible y esperando lo imposible

Me gusta el siguiente principio para mejorar en nuestra fe: “Nuestro trabajo es hacer las cosas que sean posibles y dejar que Dios haga las cosas que son imposibles”. Muchas veces no estamos haciendo lo posible. No nos esforzamos lo suficiente, no nos cuidamos debidamente, no descansamos, no invertimos en nuestras relaciones más cercanas, no trabajamos diligentemente, no sembramos correctamente, no planeamos concienzudamente. En fin, no hacemos lo posible.

La fe es activa y proactiva. No podemos esperar milagros sin aprender a descansar y confiar en Dios. No podemos exigir sino damos el ejemplo. No podemos esperar que otros hagan con nosotros lo que quisiéramos si nosotros no lo hacemos con ellos. No podemos recoger algo que nunca hemos sembrado ni esperar el éxito como un arte del azar sin ningún tipo de sacrificio y entrega. En otras palabras, nosotros mismos nos trazamos las imposibilidades.

Debemos recordar que al hacer lo posible, Dios hará lo imposible. Eso tenlo por seguro. La Biblia dice en Mateo 17:20, “Les aseguro que, si tuvieran fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrían decirle a esa montaña: Trasládate de aquí para allá, y se trasladará. Para ustedes nada sería imposible”, (NVI).

Tropiezos

¿Cuántas veces nos hemos tropezado con algo o con alguien en el transcurso de nuestra vida? Creo que todos hemos tropezado no solo una sino muchas veces en nuestra vida. Los tropiezos tienen dos características fundamentales: nos detienen y nos hacen prestar atención. Algunos tropiezos nos hacen caer. Sin embargo, no todos los tropiezos nos tiran al piso. Los que sí lo hacen son dolorosos y muchas veces hasta penosos, ¿recuerdas alguno de ellos? Yo recuerdo que al manejar mi bicicleta en mi niñez tropecé en repetidas ocasiones. En una de ellas fue con una piedra grande que me hizo literalmente volar y caer de rodillas hacia el frente. Lo recuerdo porque me dejó una cicatriz en mi rodilla izquierda la cual miro constantemente. Este tropiezo no solo me detuvo y me hizo prestar atención, me hizo levantarme, ser más cauteloso y seguir montado en la bicicleta aunque fuese doloroso.

Pero, ¿de cuántos tropiezos te ha costado levantarte o aun no te logras levantar? Los obstáculos que nos hacen tropezar son muchas veces necesarios. Recuerda, estos nos hacen detener y prestar más atención. No te lamentes más por tus tropiezos. Cada fracaso es una oportunidad de comenzar de nuevo con más experiencia y sabiduría. Por favor, ya deja de lamentarte que no te ayudará para nada. Recuerda que no le sirvió de nada al pueblo de Israel, ni nos servirá a nosotros. La Biblia dice en Proverbios 16:3-4, “Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Toda obra del Señor tiene un propósito; ¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre!”, (NVI).

Lamento constante

“Lamento, lamento y más lamento”. Este parece ser otro de los emblemas inevitables y prescriptivos para nuestra vida. Nos lamentamos por lo que hemos hecho o dejado de hacer. Nos lamentamos por el tiempo malgastado. Nos lamentamos por los pesares del ayer. Nos lamentamos por las rupturas emocionales del pasado. Nos lamentamos por las pérdidas del ayer. Nos lamentamos porque no somos tan exitosos como lo éramos. Nos lamentamos por los desafíos del hoy. Nos lamentamos por los pecados del pasado y por las oportunidades que hemos dejado ir. Nos lamentamos por decisiones equivocadas y por relaciones tormentosas. Nos lamentamos por lo que pudo haber sido cuando nunca lo fue. En fin, nos lamentamos y lamentamos.

La Biblia tiene todo un libro llamado “Lamentaciones”. Allí se encuentran los lamentos del pueblo de Israel y de algunos profetas. Se nos muestra lo frágil de la condición humana, el desespero emocional de todo un pueblo y el lamento elevado ante Dios. Este libro nos recuerda que “lamentarse” es normal porque nuestro pecado nos lleva a tomar decisiones erróneas de las cuales tenemos que arrepentirnos y ser restaurados.

Sin embargo, cuando te enfocas solo en el dolor momentáneo se te suelen olvidar las bendiciones que Dios te da día tras día. El antídoto del lamento es la alabanza a Dios. La Biblia dice en Lamentaciones 3:23, 24, “Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por lo tanto, digo: El Señor es todo lo que tengo. En Él esperaré”, (NVI).

Eso te pasa por calabaza

“Eso te pasa por calabaza”. Esta es la frase que usamos comúnmente cuando una persona es terca y no ha seguido el consejo que se le ha dado por mucho tiempo. Lo que realmente queremos decir es, “eso te pasa por no haber prestado atención a los consejos que se te habían dado”. Quizá pensemos más en otras personas ya que es fácil apuntar con el dedo a los errores de los demás pero muchas veces nos pasa a nosotros porque somos demasiado tercos. Nos dicen que vayamos por la izquierda y queremos ir hacia la derecha. Nos dicen que subamos y queremos bajar. Nos dicen que nos detengamos y queremos seguir. Nos dicen que no lo hagamos y como quiera lo hacemos como si nos gustase afrontar las consecuencias.

La típica pregunta que surge es, ¿por qué? “La mayor parte de los problemas surgen por hacer las cosas que Dios dice que no hagamos o por no hacer aquellas que Dios dice que sí debemos hacer”. Este es un principio básico y fundamental por el cual debemos regir nuestra vida. En resumidas cuentas, debemos hacer lo que Dios nos dice que hagamos y dejar de hacer lo que Él desea que dejemos de hacer. Así que, el hacer y dejar de hacer bajo la dirección de Dios es la receta perfecta para una vida en plenitud.

Si ignoramos los preceptos de Dios, tendrán toda la razón cuando nos digan: “Eso te pasa por calabaza”. La Biblia dice en Proverbios 2:5-6, “Entonces comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios”, (NVI).

Valora lo que tienes

Hay una frase popular que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que no lo pierde”. Aquel que tiene un carro viejo lo valora cuando queda sin él y le toca caminar. Aquel que se queja de la familia que tiene y cuando se queda sin ella, comienza a añorarla. Aquel que se queja de que no tiene lo suficiente y cuando lo pierde, lo quisiera volver a recuperar. Aquel que se queja de la relación que tiene y se embarca en otra dándose cuenta que no hay relación perfecta pero cuando se pierde, se suele añorar. Aquel que desea el trabajo de otros y no disfruta la bendición del trabajo que tiene, sin embargo, cuando lo pierde, no sabe qué hacer para poderlo recuperar. Aquel que se queja de su cuerpo pero cuando pierde una parte de él, ya no se vuelve a quejar. Estos son solo unos pocos ejemplos de que usualmente no valoramos lo que tenemos.

De modo que, valora lo que tienes. Siempre habrá alguien en el mundo que desearía tener un poco de lo mucho que tú tienes. Sé agradecido con Dios. Lo que es basura para unos es tesoro para otros. Lo que es horrible para algunos es hermoso para otros. Lo que es pérdida para unos es ganancia para otros. Lo que es pobreza para unos es riqueza para otros. La vida está llena de polos opuestos y de muchas perspectivas.

Solamente, sé agradecido. Al serlo, te darás cuenta de las muchas bendiciones que Dios te da y de las abundantes bendiciones que Él te dará. La Biblia dice en Colosenses 3:15, “Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos”,(NVI).

A punto de decaer

En 1952, Edmund Hillary intentó escalar el monte Everest y se cayó justo antes de llegar a la cima de la montaña. Unas semanas más tarde mientras hablaba en un evento, se puso de pie en el borde del escenario y señalando a la imagen dijo en voz alta: “Monte Everest, tú me venciste la primera vez pero no me vencerás la segunda vez, porque tú ya has crecido todo lo que tienes que crecer, pero yo aún sigo creciendo”. Un año después, el 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary fue el primero en llegar a la cima del Monte Everest.

Cuando estés a punto de decaer, pide fuerzas a Dios y sigue adelante. No renuncies ni te des por vencido porque grandes cosas esperan a los que confían en Dios. Puede que estés a punto de decaer en tu vida física, emocional o espiritual. Puede que estés a punto de decaer en un negocio, proyecto, trabajo o estudio. Puede que estés a punto de decaer ya llegando a la cima de la montaña donde te ha costado tanto escalar. No mires hacia abajo porque te caerás. Mira hacia arriba donde está Dios. Él te ayudará para que no decaigas cuando estás a punto de llegar.

Busca tus fuerzas en Dios y aunque hayas decaído recuerda que ese monte ya ha crecido todo lo que tiene que crecer, pero tú aún sigues creciendo. La Biblia dice en el Salmo 31:19, “Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian”, (NVI).

El secreto de cerrar la puerta

¿Cuántas veces has literalmente cerrado alguna puerta? Desde el joven que cierra con enojo su cuarto para excluirse en su mundo y en su propia realidad, como aquellos que cierran la puerta para una reunión importante y poder concentrarse en los temas que se han de tratar. Algunas veces hemos cerrado la puerta consciente o inconscientemente. Otras veces a propósito para que no nos vean o para excluir a alguien que no queremos y entre particularmente en donde estamos. Pero, ¿qué decir de las puertas que nos cierran a nosotros? Aquellas que queremos abrir y nadie suele abrirlas. Es decir, las oportunidades por las cuales “tocamos a la puerta” pero parece que nadie sale a abrirla.

A lo largo de la vida aprendemos que hay puertas que se abren sin siquiera intentarlas abrir. En cambio hay otras que aunque se traten de abrir, nunca se abren. Hay puertas que abrimos deliberadamente y hay otras que cerramos porque si no lo hacemos, lo que entra puede hacernos mucho daño. En cierta manera, la vida es un abrir y cerrar de puertas.

Sin embargo, hay una puerta que es necesario cerrarla para crecer espiritualmente. Esa es la puerta que deja afuera las distracciones mientras oras a Dios. Cuando cierras la puerta de tu habitación para entrar con Dios en oración, Él abre las ventanas de los cielos y los portones de bendición. La Biblia dice en Mateo 6:6, “Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará en público”, (NVI).

¿Qué toma tu mente?

Se me quedó grabada una frase que leí un día que dice lo siguiente: “Cuando nuestra mente la toma la depresión, hallamos miles de razones para llorar. Cuando nuestra mente la toma Jesucristo, hallamos miles de razones para sonreír”. Entonces, ¿qué toma tu mente? Nuestra mente es poderosa porque Dios la ha diseñado así. Es nuestro refugio en la tormenta y nuestro principal campo de batalla. Aunque no todo está en la mente, todo depende de ella.

¿Cómo estás alimentando tu mente? Si todo el día piensas en cosas negativas, serás negativo. Si te alimentas de quejas, dudas, temores, ansiedades e incertidumbres, te convertirás en una persona insegura, insatisfecha, desilusionada y sin una misión clara en la vida. Si todo el día piensas en las promesas y bendiciones de Dios, serás positivo. Si desarrollamos nuestra mente como la de Cristo entonces disfrutaremos de la plenitud de poder pensar en lo que Él quiere que pensemos y actuar como Él quiere que actuemos.

Aunque tengas muchas razones para llorar y para tomar una actitud depresiva, opta por tomar la mente de Cristo y encontrar miles de razones por las cuales sonreír. La Biblia dice en el Salmo 5:11, “Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiéndeles tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre”, (NVI).

Truenos de la vida

Soy una de esas personas que ha aprendido a disfrutar las tormentas fuertes pero no siempre ha sido así. Cuando estaba chico y llovía fuertemente, el sonido que producía la lluvia en el techo de la casa donde crecí era muy escandaloso. Lo que me hacía correr hacia el cuarto de mis padres no era la lluvia, eran los grandes truenos y su impetuoso sonido. Este sonido tan peculiar me hacía sentir un poco nervioso porque no entendía el por qué se producía. Más adelante, cuando tenía unos cinco años de edad mi madre me enseñó con fotos el proceso que se suscita en las nubes y el porqué de dicho sonido. Recuerdo que me dijo: “no te dejes asustar por el sonido de los truenos. Recuerda que los truenos son necesarios y normales para que sea una tormenta buena y cumpla su objetivo de regar la tierra que Dios ha creado”. Aunque entendí el concepto de los truenos y su propósito, no dejé de ir al cuarto de mis padres hasta cuando lo consideré necesario.

Esto me puso a pensar en los muchos ruidos extraños y fuertes que suelen atormentar nuestra vida. Hay problemas tan fuertes que nos aturden y nos hacen esconder bajo el techo del temor y de la preocupación. Hay otros que no nos permiten escuchar ni ver lo que está alrededor nuestro. Debemos aprender que así como los truenos son necesarios para que las tormentas naturales se acaben, así lo son las circunstancias difíciles que enfrentamos diariamente.

A pesar de los truenos de la vida, nunca pierdas la esperanza. No dejes que el ruido de este mundo te impida escuchar la voz de Dios. La Biblia dice en Salmo 4:3, “Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo”, (NVI).