Tu verdadero disfraz

En los recuerdos de mi infancia se encuentra la foto mental de un disfraz de pirata que usé para una obra de teatro un 31 de Octubre. En esa obra cómica de niños, mi función era salvaguardar a los tripulantes del barco mientras buscaba el tesoro escondido y arrestaba al capitán de la embarcación. Recuerdo que tenía un parche en un ojo, una espada de mentiras y unas cadenas imponentes con las que estaba arrestando a los oficiales de la embarcación.

Después de reírnos como nunca, la obra se terminó y por algún tiempo mis compañeros me decían, “el pirata Aguirre”. Aunque pasó en segundo grado de primaria, recuerdo que ese fue uno de los pocos disfraces que tuve en mi infancia. Sin embargo, hay disfraces que me he puesto para disimular algo que no siento o que no quiero que otros sepan por algunos momentos. El disfraz de estar bien cuando no lo estás. El disfraz de estar feliz cuando estas aburrido. El disfraz de la salud cuando estás enfermo. El disfraz de la sonrisa cuando por dentro gime tu alma.

¿Te has puesto algunos de estos disfraces? Todos lo hemos hecho y es más, los usamos a diario. Pero con Dios no necesitas usar ningún disfraz. No tienes que cuidarte del qué dirán. Puedes venir a Él como estés, donde estés y en la condición en que te encuentres. Él te recibe como eres y conoce lo más profundo de tu corazón. Entonces, ¿te quitarás el disfraz delante de Él? La Biblia dice en Juan 6:37, “Todos los que el Padre me da, vendrán a mí; y al que a mí viene, no le rechazo”, (NIV).

Todo pasa por una razón

“Todo pasa por una razón”. Esta es una frase de cliché que he escuchado de muchas personas y en diferentes etapas de mi vida. Sin embargo, aunque parezca muy simple y hasta incómoda en el momento que la escuchamos, encapsula una gran verdad. Al final de cuentas, nos damos cuenta que lo trágico cobró un color más cálido y el tiempo nos provee perspectiva y una visión diferente de las cosas.

Aunque hay cosas que suelen pasar sin razón alguna, después cobran sentido. Lo entendamos o no, la voluntad de Dios siempre será buena aunque no lo parezca. Se tornará en agradable aunque parezca muchas veces desagradable, y en perfecta aunque vivamos en un mundo de imperfección. Usualmente las situaciones más desafiantes en nuestra vida se convierten en las experiencias más preciadas que le dan razón a nuestra existencia.

Definitivamente que todo pasa por una razón. Hay una “ley de causa y efecto” que son inevitables y que rige nuestra vida. Así que cuando te encuentres angustiado, desesperado y desilusionado, recuerda que todo hará sentido aunque en ese preciso instante no parezca tenerlo. La verdad siempre sale a la luz y Dios siempre obra a favor de Sus Hijos. La Biblia dice en Romanos 8:28, “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”, (NIV).

Lo Que Te Falta

Una vez leí la siguiente frase, “si te falta dinero, no te preocupes. Si te falta la casa o vestimenta, no te afanes. Si te falta fe, no te desesperes. Pero si te falta Dios, te falta todo”. Esta frase tiene mucha verdad. Nos preocupamos tanto cuando nos falta el dinero. Trabajamos y trabajamos hasta poder tenerlo. Sin embargo, no lo es todo. Nos enfocamos en lo material porque es lo tangible y lo que nuestros ojos pueden ver. Nos damos cuenta que el ojo nunca se sacia.

Nos esforzamos por creer más y esperar más. Pero nos damos cuenta que somos débiles y que nuestra fe y esperanza suele menguar cuando más la necesitamos. Nos afanamos por lo que dejamos de hacer en el ayer y por lo que haremos en el mañana. Nos preocupamos desmedidamente por las cosas pasajeras como si fueran eternas, y nos desesperamos porque no alcanzamos todo lo que quisiéramos lograr al final de cada día.

Entonces, ¿qué es lo que nos falta? Como bien lo expresa esta frase, nos falta Dios. Queremos ser dioses pequeños llenos de esfuerzo humano y sin cabida a lo espiritual. Queremos hacer de lo pasajero algo trascendente y de lo eterno algo temporal. Deseamos vivir en el mañana sin valorar el hoy y nos frustramos por no saberlo todo cuando en verdad, no tenemos por qué saberlo. Nos falta entender que somos seres finitos y diseño de Dios. Sólo Él nos puede llenar. Así que, “sólo nos falta Dios”. ¿Lo tienes? Porque si no, no tienes nada. La Biblia dice en Mateo 6:33, “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas, (NIV).

De Dios Nadie Se Esconde

Jugar a las escondidas es uno de los juegos multiculturales que se practica casi en todos los continentes. He observado niños en cinco continentes que disfrutan jugar este juego con sus compañeros y más aun con sus padres y familiares. Pero, ¿por qué el jugar a las escondidas es tan común? Porque muy en lo profundo de nuestro corazón deseamos ser encontrados por otro ser humano. Es decir, tenemos la necesidad de conexión y de vivir en comunidad.

Podemos buscar los mejores escondites para escondernos de los demás, pero quien es bueno en el juego, nos busca hasta poder encontrarnos físicamente. Pero, ¿qué decir de que verdaderamente nos logren encontrar como somos? En otras palabras, el ser encontrados con nuestras habilidades, errores, destrezas y debilidades. Usualmente queremos que la gente nos encuentre en los momentos más hermosos donde no deseamos escondernos sino más bien ser vistos. Sin embargo, no queremos que nadie nos vea en los momentos más desafiantes, de más dolor y de confusión. Es allí en esos momentos donde realmente salen nuestros verdaderos colores y quienes somos se convierte en nuestra carta de presentación.

Así que cuidemos lo que hablamos, cuidemos lo que hacemos, recordemos que aunque pensemos que nadie nos ve, de Dios nadie se puede esconder. No podemos jugar a las escondidas con Dios. Él siempre sabrá dónde encontrarnos y conoce realmente lo que somos. La Biblia dice en Jeremías 16:17, “Ciertamente mis ojos ven todas tus acciones; ninguna de ellas me es oculta. Su iniquidad no puede esconderse de mi vista”, (NIV).

La Llorona

La leyenda de la llorona fue bastamente conocida en el México colonial y en América Latina. La llorona es una supuesta mujer que se aparece en la noche, a veces en las encrucijadas de los caminos, con el cabello largo y vestida de blanco, llamando con fuertes llantos y aterradores lamentos a sus hijos. Es sin duda una de las leyendas más comunes. Algunos padres la usan con sus hijos para amenazarlos en la noche si no se acuestan a dormir. Les dicen que la llorona anta suelta y puede venir a jalarles los pies a los niños que no se duermen temprano. Parece cómico, ¿verdad?

Pero, ¿por qué es la llorona tan común e impactante en nuestra cultura latinoamericana? Lo es porque ejemplifica el corazón de muchos. Los adultos desearían llorar con fuertes llantos y lamentos que surgen del interior de sus corazones. Muy adentro del corazón existen gemidos que muchas veces están reprimidos y quieren salir pero se encuentran en la encrucijada de la complejidad de la vida. El dolor interno no se puede ver ni medir. Simplemente se acumula poco a poco. La llorona es en sí una representación del dolor humano que se grita por las calles pero en el canto individual de cada corazón.

¿Cómo esta tu corazón? ¿Tienes algún dolor por el que lloras y gimes internamente? Dios desea llevar tus cargas, limpiar tus lágrimas y darte fuerzas para seguir caminando. La Biblia dice en Apocalipsis 21:4, “Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más”, (NTV).

Yo Te Puedo Enseñar

Recuerdo el primer verano que pasé como estudiante en los Estados Unidos. Tuve la oportunidad de poder trabajar para ahorrar para mis gastos y cobros estudiantiles. Sin dominar bien el idioma inglés, me fue dada la oportunidad de trabajar en construcción en la ciudad de Indianápolis, Indiana. Yo me sentía muy alegre por la oportunidad. La mayor parte de compañeros eran anglosajones, así que, nuestra comunicación fue mínima durante los primeros días. Recuerdo en especial, un amigo y jefe quien me ayudó mucho llamado Timothy. Como yo no había trabajado en construcción, no tenía ni idea de cómo usar la mayor de la maquinaria. Es más, hasta usar bien el martillo, algo tan simple, no lo sabía.

La frase célebre de Tim en esos días fue, “yo te puedo enseñar”. Aunque ya era un estudiante universitario, tenía que aprender a desarrollar trabajos arduos a los cuales no estaba acostumbrado. Me volví en un gran observador, estudiante y seguidor de mis compañeros. Después de algunos días, ya había aprendido algunas tareas rutinarias que se me habían asignado. Un día llegó Tim y me preguntó, ¿ya no necesitas que te enseñe tanto, verdad? Yo con una sonrisa en la boca le dije, gracias porque me enseñaste bien.

Esto me puso a pensar en cuantas veces nosotros no tenemos un espíritu enseñable. Dios nos quiere enseñar pero nosotros somos tercos y queremos hacerlo por nuestra cuenta. Recuerda que Él nos dice, “yo te puedo enseñar”. La Biblia dice en Proverbios 3:1-2, “Hijo mío, nunca olvides las cosas que te he enseñado; guarda mis mandatos en tu corazón. Si así lo haces, vivirás muchos años, y tu vida te dará satisfacción”, (NTV).

Tómate Un Tiempo

“Quiero un tiempo”, esta es la frase que no quieren escuchar los novios. Usualmente significa que ya quieren dar por terminada la relación. Sin embargo, el tomarse un tiempo para pensar las cosas no es nada malo. Al contrario, es benéfico en todos los sentidos. Se ha concluido que las personas que toman un tiempo para pensar antes de tomar una decisión vital en sus vidas, tienen más probabilidades de tomar la decisión correcta.

¿Qué debemos hacer cuando nos tomamos un tiempo para sopesar las cosas? Consultar con las experiencias símiles en el pasado. Evaluar nuestro presente. Examinar las personas y situaciones que serán afectadas con la decisión. Poner sobre la balanza los factores que pesan más como mi relación con Dios, con la familia y con los más cercanos. Buscar mentores que hayan pasado por el mismo camino. Pedir dirección de Dios en oración y a través de Su Palabra. Por último, esperar si es necesario hasta tener seguridad en la decisión que se debe tomar.

La paz de Dios es un termómetro clave al tomar una decisión. Sin embargo, es fácil confundir la paz de Dios con el conformismo y falta de toma de riesgos. Dios conoce tu corazón. Ten fe y sigue hacia delante. La Biblia dice en Lucas 14:28, “Sin embargo, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo?”, (NTV).

Inténtalo De Nuevo

“Inténtalo una y otra vez”. Walt Disney, el padre de Mickey Mouse estuvo en la ruina varias veces antes de construir el imperio Disney. Él y su esposa pasaron momentos muy desafiantes en donde no podían ni pagar la renta. Se comenta que su situación fue tan precaria que una vez tuvieron que recurrir a comida de perros para poder sobrevivir. El famoso empresario tomó la decisión de jugarse su última carta. Con sus últimos dólares compró un boleto de tren hacia Hollywood. En el año 1926, creó al conejo Oswald para la empresa Universal Studios. Este personaje animado fue patentado y robado en secreto, pero aún así, él siguió hacia delante.

Cuando dibujó a Mickey Mouse le dijeron que no tendría éxito y que asustaría a las mujeres en especial. La producción de Pinocho fue suspendida. A la mitad del camino, Disney tuvo que volver a escribir la historia intentándolo de nuevo. La película de Bambi no tuvo buena aceptación en su estreno. También tardó 16 años en conseguir los derechos de Mary Poppins de Pamela Travers. Fue así como Disney, arriesgó todo su dinero en Blancanieves, el primer largometraje animado y que usó la técnica de color. Todos lo pronosticaron como un fracaso. Sin embargo, la película fue distribuida en 1938 siendo la más exitosa en ese año. Tuvo ingresos de 8 millones de dólares en su estreno que hoy equivaldrían a 99 millones. Así que, “inténtalo de nuevo”, Dios está de tu lado. La Biblia dice en Gálatas 6:9, “Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos”, (NTV).

Problemas

Problemas, problemas y más problemas. Es el sentir de muchas personas en su vida diaria. Parece que no se acaba de salir de un problema cuando ya se está enfrentando otro. Pero, ¿qué es un problema? En su sentido más práctico, el problema es un desafío esperado o inesperado que se antepone para alcanzar o lograr un objetivo. Sin embargo, la vida está llena de problemas de todo tipo porque en sí misma la vida es compleja y hasta cierto punto problemática.

Pero, ¿cuál es el propósito de dichos problemas? No hay una respuesta simple pero si hay una lección muy común. Los problemas son parte esencial de la vida para hacernos crecer y aprender. Nos enseñan a ser aprobados o reprobados. Nos desarrollan como personas y nos hacen más fuertes. Los problemas son oportunidades para pensar, ver, y hacer lo que creíamos y no podíamos. Son la escuela de la creatividad y la antesala de muchas victorias.

Es más, en el sentido espiritual, “Dios permite los problemas no para que huyamos, sino para que permanezcamos siempre refugiados en Él”. La Biblia dice en el Salmo 18:2, “El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador; mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro”, (NTV).

Un Globo Que Se Revienta

Una vez leí esta frase y me llamó la atención: “pasarnos la vida acumulando ira y enojo en nuestro corazón es como soplar un globo de aire sin parar y esperar que nunca se reviente”. Aunque parece una ilustración muy simple, nos suele pasar comúnmente. Constantemente acumulamos enojo en nuestro corazón pensando que no explotará. Pero de repente nos damos cuenta que provocamos toda una explosión.

El corazón en la cultura hebrea y bíblica encapsula también nuestra mente y pensamientos. Es allí, en lo más profundo del corazón donde albergamos lo más hermoso y traumático de nuestro proceder. A veces lo inflamos con pensamientos y sentimientos innecesarios, en otras ocasiones, no nos damos cuenta de lo que hemos albergado ahí hasta que estalla como un gran globo produciendo un ruido estruendoso y daños a nuestro alrededor.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Primero, no albergar sentimientos ni raíces innecesarias. Segundo, desechar lo malo periódicamente. Tercero, evaluar las intenciones del corazón constantemente. Cuarto, alimentarlo con buenos pensamientos y conceptos. Por último, pedirle a Dios que lo sane antes de que explote exageradamente. La Biblia dice en Hebreos 12:15, “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos”, (NTV).