Vivimos en un mundo que anda a prisa. Parece ser que las personas corren de un lado para otro de actividad en actividad, de suceso en suceso y de evento en evento. La ocupación se ha relacionado con el estatus, con la posición y con el poder. Sin embargo, como dicen por ahí: “De la prisa solo queda el cansancio”.
La prisa es buena cuando hay que actuar con un sentido de urgencia y responsabilidad. La prisa es buena cuando es una respuesta rápida a una responsabilidad apremiante, cuando tiene las mejores intenciones y puros motivos. No obstante, la prisa es contraproducente cuando nos agobia y nos frustra. Aún más, cuando nos hace cometer errores por no tomar el tiempo de pensar, evaluar y actuar concienzudamente. San Francisco de Sales dijo: “Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien; hay que obrar siempre con tranquilidad y calma”. Muchas veces echamos a perder las cosas por tener prisa de concluirlas. Todo lo que es loable y digno toma su tiempo para llevarse a cabo. Entonces, ¿por qué queremos que todo salga bien de prisa?
Piensa en las cosas que Dios está haciendo en tu vida. Él no tiene prisa y Su tiempo es diferente al tuyo. Todo lo que Él comienza lo termina de la mejor manera posible. Deja que Él obre en ti y tómate el tiempo de orar, esperar y depender en Él. La Biblia dice en Proverbios 19:2,“El entusiasmo sin conocimiento no vale nada; la prisa produce errores” (NTV).