Recientemente la humanidad entera ha estado pasando por ciclos de duelo. Todos, sin excepción alguna, hemos perdido algún amigo o ser querido o por lo menos hemos sabido de alguien que ha fallecido por esta desafiante pandemia. El duelo colectivo, familiar e individual ha colmado muchos de nuestros corazones. Sentimos pesar, dolor, angustia y muchas veces incertidumbre por lo que pueda llegar a pasar. Por otro lado, nos sentimos privilegiados de estar vivos, de disfrutar cada momento y de compartir con aquellos que están cercanos a nosotros.
Nos hemos dado cuenta de la brevedad de la vida y de lo que verdaderamente importa. Nos hemos dado cuenta de lo que es prominente, importante y permanente. Nos hemos dado cuenta que la vida es frágil, que ninguno la tenemos comprada y que lo transcendente debe ser lo más relevante. ¿Estas listo(a) para enfrentar la muerte? ¿Estas preparado(a) para ir a la eternidad? Porque el duelo humano es pasajero, pero el eterno es permanente. Si estás con Jesús, tienes vida en plenitud, pero si no le conoces, tu duelo será permanente.
La Biblia dice en Juan 14:2, “2 En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes” (NBLA)