“Lo voy a hacer ahora y me encargo de las consecuencias luego”. Esa es la frase que usan muchas personas que no miden las consecuencias antes de tomar una decisión. Aunque muchos no lo dicen, actúan y viven de esa manera. Es como construir una casa sin calcular los costos o hacer una inversión sin saber lo que pueden llegar a ser los resultados. La Palabra de Dios lo llama como necedad.
El mundo está lleno de personas que han perdido su vida, su libertad, sus familiar o posesiones por no sopesar lo que les pueda llegar a pasar. El no pensar en las consecuencias es comparado a un carro que va sin frenos o a una persona que va rumbo al abismo sin ver que hay despeñadero al frente. La caída es fuerte, inminente y fatal. De la misma manera, el no pensar en las consecuencias es la receta fija para el fiasco físico, emocional y espiritual.
Si deseas ser una persona sabia, déjame darte un consejo: “piensa en las consecuencias de tus decisiones aunque éstas sean mínimas”. Te garantizo que serás una persona más sabia y te evitarás muchos dolores de cabeza. Aprendamos de lo que Dios le dijo a Salomón, “hijo mío, aprende a conocer íntimamente al Dios de tus antepasados. Adóralo y sírvelo de todo corazón y con una mente dispuesta. Pues el Señor ve cada corazón y conoce todo plan y pensamiento. Si lo buscas, lo encontrarás; pero si te apartas de él, te rechazará para siempre”, (1 Crónicas 28:9, NTV).