El Mundo Que Hemos Forjado

¿Has oído hablar de la idea de una realidad distorsionada? Se refiere a la ficción que creamos en nuestra mente, deseando vivir en un mundo que no es el nuestro. Es pensar en términos ilógicos y alimentar sueños que rara vez se hacen realidad. También puede ser distorsionar la realidad en la que vivimos, ya sea mediante un optimismo excesivo que ignora las amenazas presentes o un pesimismo profundo que no acepta la realidad tal como es. ¿Has conocido a alguien o has experimentado tú mismo una realidad distorsionada en algún momento de tu vida?

En cierto sentido, estamos viviendo en el mundo que hemos construido con nuestros pensamientos, palabras y acciones. Entonces, surgen las preguntas: ¿Qué nutre nuestros pensamientos? ¿Qué revelan nuestras palabras sobre nuestro interior? ¿Qué acciones definen nuestra identidad? Las respuestas a estas interrogantes nos ayudan a comprender el mundo que hemos creado para nosotros mismos. ¿Te has preguntado alguna vez cuál es el mundo que Dios ha planeado para ti?
Esto está relacionado con la voluntad de Dios. Cuando buscamos Su voluntad, nuestra realidad se vuelve más coherente y satisfactoria que la que podríamos haber construido por nuestra cuenta. Su voluntad es buena, agradable y perfecta. Que Dios te guíe y te otorgue sabiduría para entender Su plan para ti. La Biblia dice en Proverbios 1:7, “El temor del Señor es la base del verdadero conocimiento, pero los necios desprecian la sabiduría y la disciplina” (NTV).

Afrontando Las Circunstancias 

Quizás no podamos controlar todas las situaciones que nos rodean, pero sí tenemos el poder de decidir cómo responder ante ellas. Hay quienes se aferran únicamente a las circunstancias, viviendo cada día en función de lo que les sucede. Basan sus estados de ánimo e incluso sus emociones en los acontecimientos externos. ¿Pero es esta una forma saludable de vivir? Personalmente, creo que no. Al contrario, debemos ser quienes dominen las circunstancias, en lugar de permitir que ellas nos dominen a nosotros. Es crucial entender que no estamos definidos únicamente por lo que nos sucede, sino por cómo elegimos responder a lo que nos sucede.

Como dijo el estadista británico Benjamin Disraeli: “El hombre no es esclavo de las circunstancias. Las circunstancias son producto del hombre”. ¿Qué tipo de situaciones estás enfrentando hoy? ¿Te estás dejando llevar por ellas o has logrado responder de manera positiva? Como reza el dicho: “Solo alcanza el éxito en este mundo aquel que se levanta, busca las circunstancias y las crea si no las encuentra”. Quien se encuentra atrapado en las mismas circunstancias es aquel que no ha tenido la paciencia ni la determinación para cambiarlas, permitiendo que su vida sea moldeada por ellas. Después de todo, el carácter de cualquier acción está influenciado por el entorno en el que se lleva a cabo. Recuerda siempre que “las circunstancias no definen al hombre, simplemente lo revelan”. Y, sobre todo, ten presente que Dios está por encima de tus circunstancias y puede acompañarte y ayudarte en cada una de ellas. La Biblia dice en Filipenses 4:13, “Todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas” (NTV).

Hablar con la Cabeza Vacía

Recuerdo la lección que mi madre solía enseñarme cuando era pequeño: “Es de mala educación hablar con la boca llena”. Ahora, como padre, transmito ese mismo consejo a mis hijos. Sin embargo, recientemente escuché una variante que resonó profundamente: “Es mala educación hablar con la boca llena, pero es una gran falta de sabiduría hablar con la cabeza vacía”. Esta afirmación encapsula una verdad poderosa. En este sentido, preferiría que las personas hablaran con la boca llena, pero colmadas de sabiduría, ya que hay quienes simplemente hablan por hablar, olvidando la importancia de pensar antes de hablar.

Nos recuerda el antiguo adagio que dice: “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”. Este principio fundamental para la vida es algo que el filósofo Sócrates también enfatizaba cuando dijo: “Habla para que yo te conozca”. Es decir, nuestras palabras revelan mucho sobre quiénes somos realmente. Este concepto está arraigado en nuestra propia anatomía, ya que Dios nos dotó con dos ojos, dos orejas y solo una lengua, instándonos a escuchar y observar con atención antes de hablar. La habilidad para comunicarnos efectivamente implica, en primer lugar, saber escuchar. Hablar con la cabeza vacía refleja la facilidad de enfocarnos en los demás en lugar de en nosotros mismos, lo cual es una tarea mucho más ardua. En última instancia, la sabiduría radica en conocernos a nosotros mismos.
La Biblia dice en Proverbios 4: 20-21, “20 Hijo mío, presta atención a lo que te digo. Escucha atentamente mis palabras. 21 No las pierdas de vista. Déjalas llegar hasta lo profundo de tu corazón” (NTV).

La Bendición que se Aproxima

“Si pudieras ver la magnitud de la bendición que se avecina, comprenderías la intensidad de la batalla que enfrentas en este momento”. Todos estamos inmersos en batallas diarias: algunas son físicas, otras relacionales, algunas financieras o emocionales y a menudo nos enfrentamos a luchas espirituales. Pero aquí está la verdad sobre estas batallas: “son pruebas diseñadas para fortalecernos, no para destruirnos”. Nos enseñan las lecciones más profundas de la vida, a veces cosechamos ganancias y otras veces enfrentamos pérdidas, pero en nuestro viaje de fe, cada batalla es una oportunidad para crecer espiritualmente. 

A veces, la batalla más desafiante que enfrentamos cada día es la que libramos contra nosotros mismos. Estas batallas persisten si aún no hemos aprendido lo necesario. Sin embargo, es importante recordar que ninguna batalla es eterna; cada una tiene su tiempo y su propósito.
El historiador Thomas Carlyle capturó esto perfectamente al afirmar: “El hombre está destinado a luchar, y se le describe mejor como un guerrero por naturaleza; su vida, desde el principio hasta el final, no es más que una batalla”. Pero debemos recordar que nuestras batallas no definen nuestra identidad ni determinan nuestro destino, porque nuestra verdadera identidad se encuentra en ser hijos de Dios. Entonces, ¿cómo estás enfrentando tus batallas? La Biblia dice en Josué 1:9, “¿No te lo he ordenado yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (NTV).

Sacrificios Que No Se Valoran 

“Los sacrificios que pasan desapercibidos para otros son valorados por Dios. En lugar de solo pedir, actúa. Sacrifícate sin esperar reconocimiento ni recompensa, porque sin sacrificio, no hay victoria. Cada sacrificio es un acto de honor. Como alguien dijo: ‘No se puede alcanzar el paraíso sin sacrificios’. Esto fue evidente en el ejemplo del Señor Jesús en la cruz, cuando le dijo al malhechor: ‘Si crees, estarás conmigo en el paraíso’. Anteriormente, había enseñado que para aquel que cree, todo le es posible.

Jesús, más que nadie, conoce y valora todos tus sacrificios, incluso aquellos que el mundo ignora. Él aprecia tus esfuerzos, porque lo bueno viene a través del esfuerzo. Las personas no fracasan porque sus metas son demasiado altas, sino porque son demasiado bajas y evitan el sacrificio. Jesús no estableció estándares bajos; dio todo de sí mismo. ¿Estamos dispuestos a hacer lo mismo?

No te desanimes; tu bendición proviene de Dios. Cada día esfuérzate por depositar todas tus cargas en Cristo Jesús. Aprendamos de Su ejemplo, que nos enseña que si no hemos dado todo, en realidad, no hemos dado nada.La Biblia dice en Tito 2:14, “Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien” (NTV).

Un Camino Seguro

¿Quién no ha enfrentado momentos difíciles en la vida? Creo que todos los hemos experimentado. Recuerda esto: “En los momentos de mayor dificultad, Dios siempre nos muestra el camino más seguro”. En este viaje llamado vida nos encontramos con una multitud de senderos, a los que podríamos llamar “opciones”. Estos senderos son como los caminos durante el otoño: “tan pronto como se barren, vuelven a cubrirse de hojas secas”. De manera similar, nuestras opciones a menudo están ocultas bajo las hojas secas de las distracciones, impidiéndonos ver el camino claro que debemos tomar.
¿Qué podemos hacer para elegir el camino correcto? En primer lugar, buscar la orientación adecuada, y esto solo se encuentra en la Palabra de Dios. En segundo lugar, debemos recurrir al Guía cuando nos sentimos perdidos, y ese Guía es el Espíritu Santo. En tercer lugar, no debemos emprender el camino solos en la oscuridad; la compañía de un discípulo o hermano en la fe es crucial. Cuarto, no debemos abandonar el camino; la perseverancia y la constancia son clave. Finalmente, recuerda que Dios está presente al inicio del camino, te acompaña durante todo el trayecto y te espera al final. Es importante recordar que poca gente puede prever hacia dónde los llevará el camino antes de llegar al final, y es por eso por lo que se necesita de la fe en cada paso. La Biblia dice en el Salmo 119:105, “Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino” (NTV).

El Éxito

“El verdadero éxito no se limita a mejorar nuestra propia vida, sino que también impacta positivamente en la vida de quienes nos rodean”. Desde la perspectiva de Dios, el éxito no se define por una fórmula secreta, sino por la capacidad de reconocer nuestros errores, el fruto de la preparación, el resultado del trabajo arduo y la perseverancia.

Hay una verdad en la frase: “Para alcanzar lo que la mayoría no logra, debes hacer lo que la mayoría no hace”. El éxito se manifiesta cuando dejamos de lado las excusas. En la fe, el verdadero éxito radica en confiar en Dios, caminar junto a otros y ayudarles a brillar incluso en los lugares más oscuros. Aquí, la disciplina se convierte en el vínculo entre nuestras metas y nuestros logros, mientras que la fe nos da la fuerza para ver lo que aún no ha sucedido como una realidad. Por lo tanto, el éxito no se mide simplemente por lo que conseguimos, sino por los obstáculos que superamos, ya que el fracaso desanima a los perdedores pero inspira a los ganadores.
En el caminar de la fe, el éxito se fundamenta en el amor a Dios y al prójimo. Este es el verdadero barómetro del éxito según la perspectiva de la fe.” La Biblia dice en Marcos 12:30-31, 30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. 31 El segundo es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ningún otro mandamiento es más importante que estos”, (NTV).

Dignificados por Cristo

“Dios no buscó personas dignas de seguirlo, Él dignificó a los que lo siguieron”. Esta frase resuena profundamente, ¿no es así? ¿Cuántas veces nos hemos sentido indignos? La dignidad personal implica reconocer que merecemos lo mejor, pero como seres humanos, a menudo nos sentimos inadecuados para ello. Nuestro comportamiento y acciones a veces nos hacen sentir que no somos merecedores, lo que nos lleva a retirarnos, desanimarnos y frustrarnos.

Se dice que el amor tiene un límite llamado “dignidad”. Pero el amor de Dios no conoce límites. Nos ama con un amor eterno, inagotable e inmenso. Nos ha hecho dignos incluso cuando éramos indignos.

Jesús dignificó a aquellos que la sociedad había marginado. Limpió al leproso y lo reintegró, levantó a la viuda abandonada, brindó una nueva oportunidad al paralítico, sanó a la mujer con flujo de sangre, perdonó a Zaqueo el recaudador de impuestos, liberó al endemoniado, devolvió la vista al ciego de nacimiento, conversó con la mujer samaritana y no condenó a la adúltera. Dignificó a sus discípulos al darles un nuevo propósito y misión, y lo mismo puede hacer contigo. La pregunta es: ¿le estás siguiendo?La Biblia dice en el Salmo 23:6, “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre, (NTV).

El Valiente

“El verdadero coraje no radica en la ausencia del miedo, sino en la capacidad de superarlo”. Con la firmeza de Dios a tu lado, eres como un gigante poderoso. La valentía se manifiesta cuando te adentras en la batalla, aun cuando la victoria no esté garantizada. Es el ser consciente del miedo que alberga tu corazón mientras te enfrentas en la batalla. La verdadera seguridad emana del coraje arraigado en tu mente y en tu espíritu.
Se dice que “la valentía es una virtud fundamental, ya que sin ella, resulta difícil practicar otras virtudes de manera consistente”. Nelson Mandela sabiamente afirmó: “Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”. Las Escrituras nos ofrecen abundantes promesas de fortaleza divina. Nos recuerdan que el gozo del Señor es nuestra fortaleza, que Él es nuestra roca inquebrantable. Nos insta a esforzarnos y a ser valientes, asegurándonos de que no debemos temer ni desfallecer, pues Él está con nosotros. Nos asegura que fortalecerá nuestras rodillas débiles, nos sostendrá con Su diestra y nos cubrirá con Su gracia. Solo en Él encontramos la verdadera fortaleza y valentía, incluso cuando nos sentimos débiles por nuestra cuenta. La Biblia dice en Jeremías 20:11, “No obstante, el Señor está a mi lado como un gran guerrero; ante él mis perseguidores caerán. No pueden derrotarme.
Fracasarán y serán totalmente humillados; nunca se olvidará su deshonra” (NTV).

Después Del Fracaso

¿Qué pasa después del fracaso? Tú y yo nos equivocamos en repetidas ocasiones. Aunque no estamos llamados a vivir con la culpa, sí tenemos que lidiar con las consecuencias de nuestros errores. La Palabra de Dios no esconde los episodios cuando sus héroes dolorosamente fracasaron. Por ejemplo, Dios salvó al mundo del diluvio a través de un hombre llamado Noé quien se emborrachó, desnudó y arruinó todo. Moisés guío al pueblo de Israel hacia la libertad del cautiverio en Egipto, pero su enojo evitó que entrara a la tierra prometida. El rey David fue un hombre conforme al corazón de Dios, pero también falló teniendo una aventura y asesinó al esposo de la mujer para no ser descubierto. 

De modo que Dios conoce nuestras debilidades. Si Él solo usara a personas perfectas, la Biblia sería un libro muy corto. Sin embargo, Él tiene una solución para nuestros fracasos y se llama “gracia”. Si buscamos los fracasos en la Biblia, nos llevamos una clara imagen de que tú y yo somos trofeos de la gracia de Dios. Solo podemos tener ese regalo inmerecido. Así que no se trata de los errores, sino de cómo los enfrentamos. ¿Los confiesas? ¿Te lamentas o te deleitas en la gracia de Dios?

Dios cambia nuestros fracasos en triunfos. La gracia de Dios nos perdona y nos da la fuerza para poder comenzar. La Biblia dice en Colosenses 2:14, “Él anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz” (NVI)