El famoso inglés, William Shakespeare, en su obra famosa, “Romeo y Julieta”, expresó: “Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar”. Los recuerdos en nuestra memoria son vitales para lo que sentimos, expresamos y vivimos. Muchos de estos recuerdos trabajan como propulsores animándonos para seguir adelante y otros, se convierten en obstáculos para dejarnos vivir.
Las memorias son muy preciadas porque al final de cuentas ellas nos transportan a los momentos más épicos y de suprema felicidad como a los momentos más trágicos que no deseamos repetir. Dr. Seuss, famoso autor de libros de niños dijo: “A veces no te darás cuenta del valor de un recuerdo hasta que se convierta en memoria”. Los mejores recuerdos no están en las fotos, ni en nuestra memoria, están en nuestro corazón. Como dicen por ahí: “Después de los grandes momentos, quedan inolvidables recuerdos”.
En repetidas ocasiones, Dios le pidió a Sus siervos y a Su pueblo que recordaran Sus bondades, Su fidelidad y Su misericordia. Dios les anima a recordar las maravillas que Él había hecho cuando tendían a olvidarse de Él. ¿Recuerdas lo bueno que Dios ha sido contigo? La Biblia dice en Proverbios 10:7, “Tenemos buenos recuerdos de los justos, pero el nombre del perverso se pudre”, (NTV).