Muchas veces hemos escuchado el dicho: “Las oportunidades se pierden”. Yo suelo decir: “Las oportunidades no se pierden, simplemente se le pasan a otra persona”. En repetidas ocasiones pensamos que ya no volveremos a tener oportunidades porque estas han pasado con el tiempo, con las personas o con las circunstancias. Sin embargo, la Palabra de Dios está llena de promesas en cuando a las oportunidades. Es más, Dios se dio a sí mismo la oportunidad de crear al ser humano aun sabiendo que podía desviarse de Sus caminos. No obstante, creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza.
Su creación máxima pecó. Le erró al blanco una y otra vez. Trató de hacer el bien en repetidas ocasiones y no pudo. Pero Dios, quien es grande en misericordia, ya tenía un plan y una promesa para otorgar una oportunidad inmerecida a la perdición del hombre. Él envió señales de respaldo a Su pueblo escogido. Les sustentó en el cautiverio y en medio del desierto. Les envió comida, sustento, sombra, luz y les profería una Palabra de oportunidad a través de sus profetas una y otra vez. La historia bíblica está llena de oportunidades que pasaron de una persona a otra. Dios nunca se dio por vencido con un pueblo obstinado, terco y pecador.
La oportunidad más grande fue palpable al enviar a Su mismo Hijo para salvar a la humanidad. Jesús, es la “oportunidad” que le da sentido a las demás oportunidades. Entonces, ¿deseas la oportunidad verdadera a través de Jesús?
La Biblia dice en Lamentaciones 3:22-23, “¡El fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana” (NTV).