Miedo

¿Me puede explicar de nuevo lo que va a hacer?, le pregunté al doctor. Él levantó la pequeña aguja de la jeringa que iba a usar y me dijo, “un poco de sangre saldrá por esta jeringa y llenará este pequeño tubo. No te preocupes. No te dolerá”. Esa era la primera vez en mi vida que me sacaban sangre para un examen. Recuerdo que el doctor me dijo, “tenemos que saber qué tipo de bacteria o virus tienes para poderte tratar”. Yo le pregunté, “¿habrá alguna otra manera de saberlo? Él sonriéndose me dijo, “No. Esta es la única manera de saberlo. Más vale que te acostumbres porque te sacarán sangre muchas veces en tu vida”. La verdad sentía un poco de temor pero como preguntaba tantas cosas de pequeño, ni me di cuenta cuándo terminaron de llenar los tres tubos de sangre para el examen.

Todos enfrentamos miedo a lo desconocido. Una vez y supe la información, el miedo desapareció y me llené de valor. Al final de cuentas, la aguja ni se sintió mucho y el dolor fue mínimo. Aún recuerdo que el doctor al final me dijo, “eres un niño valiente”, “sí ves, ni sentiste dolor”. Como todo niño de preescolar, me repuse rápidamente. Sin embargo, aprendí que la valentía es el antónimo del miedo y que el valor provino de la confianza que le tenía a mi doctor. ¿Le tienes confianza al doctor de doctores? ¿Le tienes confianza a Dios? Él puede expulsar todos tus miedos y hacerte valiente.


La Biblia dice en Josué 1:9, “Mi mandato es: ¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas”, (NTV).

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