Cuando escuché la siguiente frase, me llamó la atención: “Nada está fuera del alcance de la oración, excepto lo que está afuera de la voluntad de Dios”. Muchas veces pensamos que la oración tiene límites y en cierto sentido sí los tiene, solo cuando lo que pedimos no va de acuerdo a lo que Dios quiere para nosotros. La misma Palabra de Dios nos lo advierte cuando dice: “Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones”, (Santiago 4:3, NVI)
La oración no es un intento de hacer que Dios esté de acuerdo contigo o de que provea para tus deseos egoístas, sino que es una afirmación de Su soberanía, justicia y majestad. Es el medio para conformar tus propósitos y deseos a Su voluntad y gloria. Como dijo Charles Spurgeon: “Si Dios te amó cuando estabas lleno de corrupción, ¿no escuchará tus oraciones ahora que te ha hecho heredero del cielo?”
Por otro lado, si solo oras cuando estás en problemas, entonces, estás en problemas. Nada es muy grande o pequeño para traerlo a Dios en oración. La oración es la respuesta espontánea del corazón que cree a Dios. La oración cambia las cosas y nos cambia a nosotros. La Biblia dice en 1 Juan 5:14, “Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a Su voluntad, Él nos oye” (NTV).