Hay un himno de antaño que resuena en mi mente titulado: “Oh que amor, que inmenso amor, el de mi Salvador”. Es un amor sin comparación. Todas las manifestaciones terrenales que se puedan parecer al amor de Dios le quedan cortas a Su amor. El amor de una madre, de un padre, de familiares, de pareja, de amigos etc. Todas estas expresiones de amor dependen de Dios, porque Él es la manifestación máxima del amor ya que Él es amor.
Nuestro Dios no contiene pequeñas dosis de amor, Él es en sí amor. Su amor es inagotable, es eterno, es incondicional e inquebrantable. Su amor no tiene límites. ¿Has experimentado este tipo de amor? Si no lo has vivido, nunca es tarde. El amor de Dios está disponible en todo tiempo y se transfiere de generación en generación. El amor de Dios es vivencial, trascendental y fundamental. Su amor es vital. Es más, aquel que no ha conocido este tipo de amor, se ha perdido de lo mejor en la vida.
Hoy Dios nos abraza con Su inmenso amor. No importa la situación que estés pasando, descansa en el amor de Dios. Él desea darte este tipo de amor, ¿lo quieres o lo rechazas? La Biblia dice en 1 Juan 4:10, “10 En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados” (NTV)