La vida está llena de lecciones y aprendizaje. Es más, la vida en sí es un aprendizaje constante. Desde pequeños aprendemos a hablar, caminar, jugar, memorizar, estudiar, trabajar, relacionarnos con otros, adorar a Dios, etc. La vida está llena de momentos de aprendizaje y es en sí toda una escuela donde aprendemos gratas y desafiantes lecciones.
Albert Einstein dijo: “La educación es lo que permanece cuando uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela”. Es decir, no solo aprendemos en la escuela. Aprendemos en la universidad de la vida. Aprendemos de nuestros aciertos y desaciertos, aprendemos de nuestros triunfos, pero también de nuestras derrotas, aprendemos de nuestro alrededor y del ejemplo de otras personas y también aprendemos mucho de nosotros mismos. Sin embargo, de la mejor persona que podemos aprender es de nuestro Dios.
¿Has aprendido las lecciones que Dios te ha querido enseñar? Si es así, vivirás una vida en plenitud, pero si no aprendes de Él, tu aprendizaje será muy doloroso y poco provechoso. Él desea que aprendemos de Él. La Biblia dice en el Salmo 32:8, “El Señor dice: «Te guiaré por el mejor sendero para tu vida; te aconsejaré y velaré por ti” (NTV)