¿Será que de veras si ha cambiado? Esa es la pregunta que nos hacemos cuando llegan noticias de alguien que dice haber tenido un cambio. Sin embargo, el cambiar quiénes somos y cómo vivimos es todo un desafío. El cambio requiere de tomar decisiones. No es suficiente con soñar y desear el cambio. El cambio es intencional. Preguntas como: ¿Voy a ser mejor dentro de un año? ¿Voy a madurar, voy a ser más fuerte o tener un mejor ritmo de vida saludable? ¿Voy a tener menos deudas? ¿Voy a parecerme más a lo que Dios quiere que sea?
Esto solo sucederá si decides cambiar. No sucederá accidentalmente. Requiere de una decisión. Muchas veces estás esperando a que Dios te cambie, pero Dios te está esperando a ti. Él está esperando que le digas: “Sí, Señor, estoy dispuesto a hacer estos cambios”. No hay crecimiento sin cambio, no hay cambio sin pérdida y no hay pérdida sin dolor.
Es como un trapecista quien se tiene que balancear en una barra y luego se extiende para agarrarse de la otra. En algún momento tiene que soltar una barra y agarrar la otra. Quizá estás atrapado en el medio y te estás cayendo. Tienes que extenderte y abandonar la otra barra de las cosas antiguas. La Biblia dice en Efesios 4:22, “Desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño” (NTV).