Sylvia Plath en su libro, “La Campana de Cistal”, dice: “Si no esperas nada de nadie, nunca estarás decepcionado”.
La verdad es que vivimos en un mundo de expectativas. Esperamos que otros digan y hagan cosas que nunca se expresan ni se hacen. Esperamos que otros cambien algo que usualmente no cambia. Esperamos sorpresas que no llegan y situaciones que no se suscitan. Esperamos tanto de los demás que constantemente nos decepcionamos.
El ser humano está lleno de expectativas de otras personas. Por ejemplo, esperamos que otros digan para nosotros decir o que otros cambien ciertas cosas para nosotros poder cambiarlas. Las estadísticas arrojan que el ser humano usualmente espera más de lo que recibe y que da más de lo que otros le pueden dar. El resultado es que se suscita una auto-decepción al saber que otros no dan lo que nosotros damos y que no se esfuerzan como nosotros lo solemos hacer. Lo más complicado es cuando se espera algo de alguien que nunca suele llegar lo cual causa una gran desilusión.
De modo que si esperas siempre en otros, estos te decepcionarán, pero si esperas en Dios, nunca saldrás decepcionado. La Biblia dice Lamentaciones 3:25, “Bueno es Jehová a los que en Él esperan, al alma que le busca” (RV1960).