“Ya no discutas más” son las palabras que he escuchado en el transcurso de mi vida cuando he presenciado altercados y diferencias que son un poco desagradables. Las discusiones pueden desafiarnos hacia lo bueno o hacia lo malo. Usualmente son una prueba hacia nuestro carácter. La diferencia radica en la paciencia que ejercemos al enfrentar cada una de ellas. Herbert Spencer dijo: “Conserva la calma en las discusiones, porque el apasionamiento puede convertir el error en falta y la verdad en descortesía”.
Las discusiones son una prueba del control de nuestras emociones. Usualmente, las discusiones se suscitan por la falta de control emocional. Entonces ¿qué hacer cuando se está discutiendo? Pensar antes de actuar. No reaccionar en ira, ni por impulso. No dar rienda a nuestras emociones ni a nuestras palabras. Callar cuando sea necesario. Calmarnos antes de actuar. Orar a Dios para responder de la mejor manera posible y retirarnos de la persona o del lugar en caso que la situación este por salirse de las manos.
En conclusión: “No le demos rienda ni a las emociones ni a nuestras palabras”. Nos evitaríamos muchas de nuestras discusiones. La Biblia dice en Proverbios 15:1, “La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego” (NVI)