Un discípulo mío quien recientemente se casó escribió en su invitación de bodas su emblema de vida para su matrimonio que dice: “Que nuestra vida sea como un viaje misionero que dure para toda la vida”. ¡Qué lindas y más sinceras palabras! Hablan de una larga duración. Pero, ¿pensamos en algo duradero o solo en algo pasajero? ¿Pensamos en lo permanente o en lo inestable? Debemos pensar en las cosas que son de larga duración. Es decir, en lo trascendente y eterno.
El enfocarnos en las cosas pasajeras nos impedirá ver con claridad lo que Dios ha preparado. Él desea que invirtamos nuestras vidas en lo no perecedero, en lo infinito que afecta lo finito. Se nos recuerda una y otra vez en las Sagradas Escrituras el poner nuestra mirada en las cosas de arriba, en lo celestial y no solo en lo terrenal. Se nos anima a ver más allá de nuestras posibilidades, predicciones o preferencias.
¿Te has puesto a pensar si estás solo sobreviviendo en tu vida o si verdaderamente estas concentrando tus esfuerzos en lo que vale la pena? ¿Estas enfocándote en lo duradero o en lo perecedero? Si te enfocas en lo perecedero, perecerás, pero si te enfocas en lo permanente y en lo eterno, vivirás en plenitud no solo en esta vida, sino por la eternidad. La Biblia dice en 1 Juan 2:17, “17 y este mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo que a Dios le agrada vivirá para siempre” (NTV).