¿Cuántas veces hemos querido desistir o renunciar a sueños, situaciones o relaciones en nuestra vida? El sentido de renuncia es innato al ser humano. Como dicen comúnmente: ¨Queremos tirar la toalla¨. Pero, ¿qué difícil es decidir cuando tu mente te dice renuncia y el corazón te pide a gritos un último intento? John D. Rockefeller dijo: ¨No tengas miedo de renunciar a lo bueno para ir a lo mejor¨. Muchas veces tienes que renunciar a personas, no porque no te importen, sino porque no les importas a ellos.
No obstante, la vida cristiana pide que renunciemos constantemente a nuestro yo, a nuestro ego. Es más, si no renunciamos a nuestro ego, no podremos vivir una vida cristiana fructífera y en bendición. Pero, ¿cómo nos cuesta renunciar a nosotros mismos, verdad? No nos gusta renunciar a nuestros ideales egoístas, a nuestros planes altruistas y a algunas de nuestras metas equívocas. Sin embargo, para llegar realmente a Dios y tener una comunión con Él, debemos entregar y renunciar a muchas cosas de este mundo.
La vida cristiana está llena de sacrificio y entrega. Es una renuncia constante de nuestro ¨Yo¨ para que ¨El gran Yo Soy¨ pueda reinar en nosotros. Entonces, ¿a qué tienes que renunciar hoy? La Biblia dice en Lucas 9:62, “62 Jesús le respondió: Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.” (NVI).