No hay nada más horrible que la sensación de la intranquilidad. La intranquilidad es como sentirse en un trampolín a punto de caerse, pero sin saber a dónde se caerá. Muchas veces la intranquilidad llega cuando vas a hacer algo que nunca has hecho o cuando vas a ir a un lugar completamente desconocido. Los cambios, las luchas, penas, dolores, enfermedades y problemas relacionales, son algunas de las causantes más comunes que tienden a robar la tranquilidad. Muchos tienen miedo y este se convierte en incertidumbre y les roba la tranquilidad.
La intranquilidad está muchas veces relacionada con la ansiedad. La intranquilidad es la sala de la inseguridad, de la duda, de la fobia, del negativismo, de la conmoción, de la zozobra, de la angustia, de la tribulación, de la perturbación y de todas nuestras preocupaciones. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos identificar la causa de nuestra intranquilidad y atacarla directamente. Debemos reemplazar la intranquildad con la calma, la quietud, el sosiego y la serenidad. ¿Cómo? Sólo Dios nos puede ayudar.
Pidámosle de Su paz, a través de Su autoridad y de Su infinito poder. Él puede saciar nuestras cargas y otorgarnos la tranquilidad que tanto necesitamos. La Biblia dice en Isaías 30:15b, “En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza; pero no quisieron saber nada de esto”, (NTV)