“Yo no me pierdo, sólo me desubico”. Esa es la frase que le digo a mi familia cuando estoy perdido o no encuentro alguna dirección. Ellos se ríen y dicen: “Mi papá se perdió otra vez”. La verdad es que el sentido de ubicación no está entre mis habilidades más fuertes, pero trato de no perderme. Este es un ejemplo muy simple y cotidiano. Pero ¿qué pasa cuando verdaderamente nos perdemos espiritualmente? Me refiero a esos momentos donde nos desviamos del camino correcto y de hacer la voluntad de Dios para hacer la nuestra. ¿Has estado allí? Creo, sin lugar a duda, que todos hemos experimentado este tipo de desubicación en nuestra vida.
¿Qué debemos hacer? Como dicen los Boy Scouts, debemos identificar un punto de referencia y movernos hacia él para tomar la dirección correcta. Pero ¿Cuál es este punto de referencia? Para muchos lo es el trabajo, los hábitos, los vicios, las relaciones, las aspiraciones, la educación, los nuevos proyectos, etc. Sin embargo, aunque muchos de estos referentes son buenísimos, el mejor punto de referencia es el que parte de la Palabra de Dios. La Biblia nos marca el camino, nos alumbra nuestro caminar y nos ubica cuando estamos desubicados.
La Biblia dice en el Salmo 119:11, “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” (RV1960)