“Es sólo por un momento y nada más”. Esta es una frase que escuchamos a diario, pero que tiene diferentes connotaciones. Muchas veces un momento puede ser un largo tiempo, una temporada extensa o simplemente unos minutos de nuestra vida. Sin embargo, nuestra vida es en sí un momento y nada más. Es un momento en relación con la eternidad. Sólo vivimos momentánea, pasajera y transitoriamente. A la luz de la eternidad, nuestra vida es rápida y se desvanece a diario.
La pregunta que surge es: ¿Cómo estamos invirtiendo nuestros días? ¿Qué ocupa nuestro tiempo? ¿A qué le damos importancia? ¿Le estamos dando importancia a lo eterno y trascendente o a lo efímero y transitorio? La verdad es que la mayor parte del tiempo le damos importancia a lo que parece importante, pero que no es trascendente. De modo que debemos alinear nuestras prioridades para que hagamos de lo eterno algo relevante en nuestra vida diaria. Una manera práctica de hacerlo sería pensando en la brevedad de la vida y haciéndonos la pregunta: Si sólo tuviera un día de vida, ¿en qué invertiría mi tiempo? Eso nos arrojará un poco de luz al reorganizar nuestras prioridades.
La Biblia dice en el Salmo 90:12, “12 Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría” (RV1960)